José Antonio Rabadán. Gerontólogo. Miembro de la junta directiva de la Sociedad Valenciana de Geriatría y Gerontología
Spanish oldies boom
España envejece al ritmo de Alaska y los Pegamoides (o coloque aquí su grupo preferido de la movida)
Cuando la alicantina María Blasco, bióloga molecular, afirmó que los humanos podríamos llegar a los 140 años gracias a un chute bien administrado de telomerasa (una enzima que al parecer es la responsable de retrasar el envejecimiento) no pude evitar pensar en la nueva fórmula para realizar el cálculo de la pensión de jubilación, de por sí ya muy complicadita, y lo que tendrán que trabajar desde los ministerios de Economía, Hacienda, Empleo y Seguridad Social para cuadrar números. Un auténtico marrón que nadie quiere ver ni gestionar. Y me surge la pregunta ¿los años “productivos” se alargarán si conservamos las capacidades necesarias o pasaremos a duplicar los años de jubilación? Montoro no duerme desde que sabe lo que es la telomerasa.
De momento nuestra paisana ya ha hackeado ratones de laboratorio para que aumenten en un 40% sus años de vida. Otros científicos afirman que la persona que vivirá 150 años ha nacido ya. El ser humano va a ser capaz de modificar su esperanza de vida hasta límites inimaginables. No es ciencia ficción: el futuro ya está aquí (como decían los Radio Futura en los 80).
Pero a mí me interesa, más que el número de años que podamos vivir, cómo los vamos a vivir, lo que hagamos o podamos hacer en esos años, o lo que nos dejen hacer. Porque realmente el colectivo de personas mayores actualmente son un colectivo invisible, ninguneado y desempoderado por una sociedad que trabaja para pagarse la hipoteca y los libros de los niños y que solo se acuerda de ellos básicamente para hacer de canguros y llevarse sus táperes de comidas caseras.
Uno de los datos más escalofriantes que tendremos que afrontar, más que el del envejecimiento de la población, que no debería suponer un problema en sí mismo, es el de la tasa de dependencia (entendida como el cociente, en tanto por ciento, entre la población menor de 16 años o mayor de 64 y la población de 16 a 64 años). Para que nos entendamos, la proporción de personas que “producen” entre las que no “producen”. Esta tasa se elevaría más de ocho puntos, desde el 53,5% actual hasta el 62,2% en 2031, alcanzando el 87,7% en 2066 (datos oficiales publicados por el INE). Es decir prácticamente pasaremos a tener una persona jubilada por cada persona en edad de trabajar, algo evidentemente descabellado desde el punto de vista económico.
Estos datos deben movilizar inexorablemente a la clase política para enfrentarse al reto de una España envejecida y que deberá de buscar fórmulas para su sostenibilidad, rediseñando de arriba abajo el sistema de pensiones, su financiación (insostenible ya con el modelo actual) y reinventar el concepto de jubilación que ha lastrado a un colectivo al ostracismo de la improductividad en un rincón del salón. Además de reestructurar y reenfocar un estado de bienestar que claramente deberá priorizar la calidad de vida y bienestar de las personas mayores, mejorar la atención social y sanitaria creando nuevos recursos y más adecuados a los nuevos perfiles de población.
La razón principal de este fenómeno viene dado por el envejecimiento del “baby boom”, aquella explosión de natalidad que vino al calor de una bonanza económica y la ausencia de televisores. Una oleada que nos jubilaremos calculadora en mano para ver si lo podemos hacer con 65 años y comprobar qué cantidad nos va a quedar para vivir todos esos años que María Blasco y la telomerasa nos van a dar como partida gratis inesperada. Un baby boom que devendrá en el “Spanish oldies boom”, un fenómeno digno de atención y estudio y que envejece cantando “a quién le importa lo que yo haga…”